Rose Eveleth
BBC
Martes, 15 de abril de 2014
La primera noche que Deron Burkepile pasó bajo el agua fue hace más de 10 años, pero el recuerdo aún está fresco en su mente.
Recuerda cómo se puso el traje de submarinista -un par de tanques de buceo en la espalda, el mecanismo de seguridad adicional que cuelga de su equipo- y cómo caminó hacia la parte posterior de la embarcación.
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"Estás acostumbrado a bajar del barco y volver en una hora, tal vez dos a lo sumo" dice.
"Así que estás pensando, vaya, no voy a ver el sol durante casi dos semanas".
Después del buceo, en vez de volver al barco, Burkepile y tres compañeros biólogos marinos nadaban hacia el laboratorio submarino Aquarius, a 19 metros bajo el nivel del mar en el Santuario Marino de Cayos de Florida, en Estados Unidos.
"Estaba anocheciendo", recuerda, "y el sol se ponía y estábamos nadando hasta el Aquarius que tiene luces en el exterior. Estos grandes focos sólo muestran el contorno. Es una de las experiencias submarinas más apasionantes que he tenido".
A menudo se menciona la idea de vivir bajo el agua como un futuro posible para la humanidad.
Algunas personas han propuesto asentamientos sumergidos como una forma de preservar la civilización en el caso de una catástrofe global o para evitar la superpoblación.
Mientras tanto, ya hay constructores planeando hoteles sumergidos en lugares como las Maldivas, Dubái, Singapur y Noruega.
Estos proyectos pueden un día igualar las ideas románticas que muchos tienen de la vida bajo el mar, pero ¿qué se siente al vivir bajo el mar hoy en día?
Respiración
Más personas han estado en el espacio que las que han vivido bajo el agua para hacer ciencia.
En la década de 1960 el equipo de Jacques Cousteau construyó el primer hábitat submarino llamado Conshelf I, y dos hombres pasaron una semana en el interior de un recinto en forma de tambor a 11 metros por debajo de la superficie.
Su siguiente intento fue Conshelf II, que en 1963 se instaló frente a la costa de Sudán. Esta vez, los científicos pasaron 30 días en una estructura con forma de estrella de mar.
El mayor desafío al que se enfrentaron los primeros buzos e ingenieros al construir y vivir dentro de estas estructuras fue entender el efecto de la respiración de gas comprimido durante largos períodos de tiempo.
Los experimentos diseñados para solucionar los efectos de vivir en cámaras hiperbáricas, en las que el aire puede comprimirse para imitar las condiciones en profundidad, se iniciaron en la década de 1930.
Pocos años después Cousteau demostró que las personas podían vivir bajo el agua en el interior de una cámara durante un mes, la Marina de EE.UU. construyó el hábitat experimental Sealab I en las costas de Bermuda, a 56 m bajo el agua.
Desde entonces, ha habido un puñado de otros laboratorios submarinos, incluyendo el hábitat Tektite e Hydrolab, pero Aquarius es el único que sigue funcionando para los investigadores científicos.
Burkepile es uno de los pocos que han trabajado allí.
Mientras que la ciencia y la tecnología han mejorado, hay un montón de cosas que no han cambiado mucho desde los días de programa Conshelf de Cousteau. Los hábitats submarinos son todavía muy pequeños y el ambiente es hostil.
Un autobús submarino
Aquarius tiene sólo unos 37 metros cuadrados de espacio interior, pero da la sensación de ser aún más pequeño cuando se está compartiendo con otras cinco personas y un equipo similar al de un laboratorio.
"Le digo a la gente que es del tamaño de un autobús escolar, pero en realidad eso demasiado grande porque en su interior hay mesas y un equipo científico" dice Burkepile.
Los investigadores tienen que comer por turnos y apretujarse para pasar por los estrechos pasillos.
El agua caliente es limitada, las duchas son cortas, y el baño está separado del compartimiento principal por unas pequeñas cortinas.
La comida es en su mayoría congelada o sándwiches de mantequilla de cacahuete y mermelada, y nada se puede calentar con una llama.
Burkepile cuenta cómo en una misión ninguno de su grupo se atrevió a comer unos huevos misteriosos y congelados del programa espacial ruso que probablemente habían quedado allí después de un viaje de la NASA a la base.
Los investigadores del Aquarius dependen de sí mismos cuando se trata de arreglar las cosas que se rompen.
No hay una ferretería o una sala de suministros de laboratorio bajo el agua.
Burkepile lo compara con los viajes de un año de duración que los primeros exploradores hacían al centro del Amazonas.
"No es tanto tiempo ni está tan lejos, pero sin duda puede ser igual de exigente".
Mientras que están bajo el agua, los investigadores van y vienen desde Aquarius sin tener que subir a la superficie, buceando con un equipo normal de buceo y tanques, sólo que por períodos mucho más largos.
"Una misión de 10 días nos permite hacer de tres a cuatro meses de trabajo a esa profundidad", dice Burkepile.
Para su equipo, eso significa más tiempo para entender cómo los cambios globales, como la sobrepesca y el cambio climático afectan a la salud de los arrecifes de coral.
El equipo de Aquarius está pensando en realizar una estancia de 30 días este verano, un total de 16 días más que el viaje más largo hasta la fecha.
Pero una misión de esta duración no debe tomarse a la ligera.
"Después de un par de días el traje comienza a rozar los codos, las rodillas y las articulaciones" dice Burkepile.
"Te quedas en carne viva. Te salen erupciones en la espalda y el pecho. El octavo o noveno día la piel está anegada de agua y tan delgada como el papel y te cortas con facilidad y tienes frío. El cuerpo no está preparado para ese tipo de exposición".
"Al décimo día", dice, "estábamos deseando subir".
Confort submarino
¿Será siempre así? Hoy en día, hay un puñado de empresas que construyen estaciones submarinas.
Desde el Poseidon Undersea Resort en las islas Fiji al Hotel Discusplaneado en Dubai, los constructores son conscientes de que para algunas personas el encanto de vivir bajo el agua es una tentación difícil de resistir.
Las dos estaciones submarinas incluyen ascensores para llevar a los huéspedes, ambientes más grandes, duchas de agua caliente y muchos otros servicios que, una vez completados, probablemente harán la vida mucho más cómoda que la estadía en Aquarius.
A pesar de la falta de tales lujos, Burkepile aún se enfrentaría felizmente a la dureza de una estancia prolongada en el laboratorio sumergido una vez más.
Si le ofrecieran misiones de 30 días, estaría encantado, a pesar del hacinamiento, las erupciones cutáneas, el frío y todo lo demás.
"La perspectiva única de estar bajo el agua durante tanto tiempo es irresistible", dice. "No podría rechazar algo así".
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